lunes, 18 de febrero de 2008

No nos quieren y ademas nos persiguen (Debate entre las mujeres y algunos obispos y arzobispos)


(Titulo que parafrasea el artículo de Juan G. Bedoya, publicado en El País, en la edición del viernes 15 de febrero de 2008)

Resulta irrefutable que la iglesia católica y su doctrina no quiere a las mujeres. Hagamos un breve repaso: Primero somos un ser derivado, esto es salimos de la costilla de Adán y por si fuera poco este dato de nuestra naturaleza secundaria somos responsables del pecado original. No es necesario abundar en esta idea: la curiosidad malsana de Eva provocó ni más ni menos la expulsión del paraíso y el castigo divino para toda la humanidad. ¡Aun me alcanza mi parte de culpa!
Además, durante siglos los hombres de la iglesia debatieron sobre la naturaleza de la mujer: ¿qué somos? ¿Seres animados, inanimados, cosas,…? Durante un largo tiempo, el tema pareció claro: no se sabía bien que éramos pero las evidencias concluían que la mujer no tenía alma. Más tarde, unos modernos en algún siglo (ni lo sé ni me importa) , se reúnen en un Concilio y deciden que tenemos alma, pero con dudas y además indicando que la mujer siempre debe quedar a buen recaudo de padres, hermanos y maridos, y en defecto de éstos de la Santa Iglesia.
En aquella época, siglo más o menos, el diablo se representa, en muchas ocasiones, en forma de mujer. Ya se sabe el pecado de la carne solo es pensable en forma femenina. Acaso, ¿hay más pecados que el de la carne? En definitiva desde su nacimiento la mujer es portadora de este pecado, que como sabemos es capital. Esta condición no la perdemos nunca y solo los hombres nos pueden librar de refocilarnos en el pecado mediante el matrimonio y/o el convento.
Si quieren sigo. Pero solo algún apunte más para los que tengan dudas: Se acuerdan de las brujas. Esto ha durado durante siglos y más aun ¿no quedan todavía? De hombres brujos no se sabe nada. Es claro que no hay.
En la actualidad las cosas han cambiado. Es cierto, que ahora las mujeres tenemos alma, corazón y cuerpo serrano, pero la Iglesia lo vive como una verdadera ofensa a sus dogmas de fe. No me extraña que se sientan acosados.
A mi me pasa lo mismo con ellos. ¿Qué pretendemos las mujeres? Somos seres autónomos: tomamos nuestras propias decisiones en ámbitos tan íntimos como la maternidad. Hasta hay mujeres que están a favor del aborto. También hay mujeres que creemos que la afectividad y los sentimientos entre hombres y mujeres existen y se desenvuelven más allá de los estrechos límites del concepto católico de familia (respetable pero no único). Incluso hay mujeres que nos rebelamos con esa idea de que el dolor nos debe acompañar a lo largo de la vida (ya se sabe desde el nacimiento hasta el final con la muerte). No alcanzo a comprender ese empecinamiento en que la resignación ante el dolor es chachi.



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