viernes, 7 de marzo de 2008

LAS MUJERES NO DECIDIMOS

La conmemoración del 8 de marzo tiene un valor simbólico al que muchas mujeres no queremos renunciar. Pocas veces ha estado tan justificado conmemorar el 8 de marzo como en este año 2008, en el que muchas mujeres hemos comprobado la fragilidad de algunos de nuestros derechos y libertades.

Algunas mujeres hemos vuelto a sentir la necesidad de estar organizadas, de tener una presencia propia y autónoma en el ámbito social y político , no subordinada a otros intereses, a profundizar y a crear nuevos espacios que nos permitan reaccionar ante los ataques recibidos y alumbrar un nuevo discurso que potencie y asegure los avances sociales en materia de igualdad.

Resulta necesario denunciar las actitudes hipócritas de la sociedad española: por un lado el discurso retórico y formal a favor de los derechos de las mujeres que conforma el lugar común de lo políticamente correcto. Y, paralelamente la presencia de un discurso, más real y efectivo, que perpetua y justifica la desigualdad y la subordinación de las mujeres. La manifestación más brutal de esta realidad es sin duda la violencia de género.

Esta realidad explica la pervivencia de una legislación penal en materia de aborto, que sigue criminalizando a las mujeres. También explica la falta de implicación y compromiso de organizaciones y partidos de izquierda con las demandas feministas. Y sirve para explicar igualmente que se prohíba la manifestación del 8 de marzo, y su traslado a otro día, para no “contaminar” el día de reflexión anterior a las elecciones.

Las pretendidas justificaciones legalistas para no autorizar la celebración del Día de la Mujer Trabajadora el día 8 de marzo resultan poco convincentes. Forma parte del patrimonio colectivo del movimiento feminista en las sociedades democráticas la celebración del 8 de marzo y no es de recibo que las mujeres tengamos que trasladar la fecha de esta histórica convocatoria por coincidir con la jornada de reflexión previa a la cita electoral. Esta decisión ha resultado tristemente esclarecedora. Revela la agónica situación del movimiento feminista organizado incapaz de defender su patrimonio simbólico y de elaborar una estrategia propia para impulsar políticas de igualdad, esta debilidad determina que las demandas feministas queden siempre supeditadas a otros intereses, ajenos a los de las mujeres.

También esta prohibición pone de relieve, en aparente contradicción con lo anterior, el potencial de peligrosidad que tenemos las mujeres con nuestras reivindicaciones feministas al poder provocar una alteración grave de la necesaria neutralidad ideológica y tranquilidad de los ciudadanos en ese día de reflexión. ¿Será que las mujeres somos mas peligrosas de lo que creemos?